Los celos y el cerebro en la monogamia

En nuestro actual contexto los celos son sinónimo de desconfianza e inseguridad en la pareja. Son rechazados y estigmatizados como si de una enfermedad se tratase. Hoy conoceremos todo sobre los celos y el cerebro.

Toda conducta en su extremo puede resultar siendo dañina. Pero debemos ponernos a analizar por qué luego de tantas generaciones, tantas familias, tantas culturas y modelos de crianza, los celos siguen estando allí en nosotros. Nos dicen que están mal pero los seguimos sintiendo, ¿qué está pasando?

¿Qué son los celos?

Aunque generalmente relacionamos los celos con las relaciones amorosas, estos también pueden presentarse en otras áreas sociales de nuestra vida. Como por ejemplo en el trabajo, en la familia o con los amigos.

Estos aparecen como una respuesta emocional ante la percepción de amenaza de que un tercero pueda poner en riesgo la relación de valor que hemos construido con otra persona.

Los hermanos mayores sienten celos ante un nuevo hermano, los mejores amigos sienten celos si un desconocido se presenta al grupo, hay alumnos que sienten celos si un profesor no les da la atención que buscan.

Así seas lo más frío que puedas, todas nuestras conductas tienen un matiz emocional que es el que nos impulsa a realizar las acciones racionales.

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¿Qué pasa si yo no soy celoso?

Encontré un vídeo del programa “Redes” donde nos compartían datos importantes sobre los celos y el cerebro. Una encuesta en EEUU encontró que el 30% de  las mujeres había generado celos alguna vez en su pareja para cerciorarse de cuánto las querían. Mientras que los hombres que se describieron como no celosos 10 años atrás, seguían solteros en la actualidad. Si no eres celoso es posible que no tengas pareja.

¿De dónde vienen los celos?

Ya explicamos que si eres un humano con emociones vas a sentir celos en alguna esfera social de tu vida. Esta respuesta involuntaria nos da la pista de que su origen es anterior a la conciencia y fue David Buss en 1992 el primero en plantear una hipótesis evolutiva de este fenómeno.

Para Buss los celos van a estar presentes en especies con fertilización y gestación interna (ojo estamos hablando a un nivel reproductivo, no significa que no puedas sentir celos de tu hermano o de tu mejor amigo).

Bien, todos los mamíferos presentan esta condición, incluido el ser humano que también es un mamífero. Esto genera un problema en machos y hembras, los machos tienen que asegurarse que sus crías compartan su ADN (es decir que la cría no sea de otro macho) y la hembra debe asegurarse de que el macho que provee los recursos para su cría se mantenga a su lado.

De esta hipótesis nace el famoso dicho de que las mujeres no soportan la infidelidad emocional mientras que los hombres no soportan la infidelidad sexual.

Lo cierto es que los celos y nosotros los humanos somos dependientes del contexto. Lo que a tu abuelito lo ponía celoso quizás ahora tú no le des ni importancia. Los tiempos van cambiando, nuestros roles de género van cambiando, igualmente lo que nos pone celosos también va cambiando.

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Nuevas investigaciones

Así queda claro que esta hipótesis del año 1992 necesita ser revisada. En el año 2009 y con 372 voluntarios, investigadores de la Universidad de Málaga decidieron evaluar las reacciones  de hombres y mujeres ante una hipotética infidelidad.

Se encontró que tal como decía Buss, las mujeres eligieron a la infidelidad emocional como la más perjudicial en su relación, pero esta hipótesis no encajó con los resultados en los hombres, quienes percibían a la infidelidad emocional tan amenazante como la infidelidad sexual.

En los hombres por tanto no se observa la tendencia de preocuparse más por lo sexual tal como planteaba Buss. Como ven, el papel exclusivo de macho proveedor y hembra cuidadora están cambiando rumbo a una igualdad. Esto nos hace inferir que lo hoy nos pone celosos puede cambiar con las siguientes generaciones.

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¿Qué pasa en el cerebro de los celosos?

Ya sabemos que los celos son una respuesta de defensa contra las alertas de infidelidad o abandono. Estas alertas vienen acompañadas de respuestas fisiológicas como dolor de estómago, respiración agitada, manos sudorosas, aumento del ritmo cardíaco, respuestas características de nuestro sistema nervioso simpático quien es el que se encarga de prepararnos para la lucha.

Ahora, un estudio publicado en Frontiers in Ecology and Evolution, analizó la neurobiología de los celos en monos titis cobrizos (Callicebus cupreus).

Estos primates, todos machos en el estudio, son monógamos y seleccionan una pareja con la que crean lazos, protegen y sufren angustia ante su separación, características compartidas con los humanos.

Bien, a estos monos se les indujo a tener celos colocándolos en una situación en la que podían ver a su pareja interactuando con un macho desconocido. Luego de 30 minutos de exposición se escaneó su cerebro para ver qué áreas se habían activado, además se midieron los niveles de testosterona y cortisol, la hormona del estrés.

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Los machos expuestos a esta prueba experimentaron un aumento de cortisol y testosterona en su cerebro. El cortisol es un indicador de estrés social mientras que la testosterona está relacionada a la agresión y competencia en situaciones de apareamiento.

Estructuras involucradas

Aquí entramos a especificar la relación entre los celos y el cerebro.

En cuanto a las estructuras escaneadas, se encontró una mayor actividad en la Corteza Cingulada, relacionada con la territorialidad. Y el Área lateral del Septum, relacionada con la motivación y la vigilancia de la pareja.

Como vemos, al menos biologicamente, los celos existen y cumplen una función específica. Los monos titi machos muestran celos muy parecidos a los humanos. Incluso se interponen físicamente entre su pareja y un macho extraño para que no interactúen, claro que estas conductas son más primitivas.

Este estudio no analizó a las hembras pero nos da una idea sobre su origen y por qué nosotros también los sentimos. Como vemos, los celos y el cerebro están muy relacionados.

A nivel humano sabemos que nuestra realidad es construida por nuestras percepciones y por nuestras experiencias previas. Cada persona se pondrá celoso/a de distintas formas y por distintas causas, es inevitable que anulemos esta sensación emocional en nuestras interacciones sociales, pero también es verdad que con un buen entrenamiento y manejo emocional podemos decidir cómo actuar ante estos estímulos.

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Nuestro desarrollo evolutivo nos ha llevado a manejar y controlar nuestras conductas de la mejor manera y nos ha dotado de un lenguaje muy sofisticado que nos permite transmitir nuestros sentimientos. Tenemos las herramientas necesarias para hacerle frente a los celos y mejorar en nuestras relaciones.

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Infografía del tema

Infografía sobre los Celos y el Cerebro - Software Cognitivo

Escrito por

Marco Piscoya Encajima

Fundador y Director de Software Cognitivo. Bachiller en Psicología de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo.